Ahí va chicos, otro tema para que reflexionemos todos juntos, haciendo las reflexiones de manera conjunta es más divertido, no?
En esta vida, todo tiene un principio y un final, las cosas materiales y nosotros mismos, nuestros familiares, nuestros amigos… estamos en una vida que es vida o muerte. Hoy estamos vivos y mañana podemos estar muertos, ¡es la vida!!
Albert Ellis en uno de sus libros nos habla de la espiritualidad de la terapia racional y dice que se basa en: – Autoaceptación incondicional de uno mismo. – Autoaceptación incondicional de los demás. – Autoaceptación incondicional de la vida. La autoaceptación incondicional de la vida se trata de intentar cambiar de nuestras vidas lo que se pueda cambiar y aceptar, aunque no nos guste, lo que no se pueda cambiar. Si conseguimos esta autoaceptación incondicional de la vida, tendremos una alta tolerancia a la frustración. Tenemos la creencia irracional de que en esta vida debe ocurrir lo que nosotros queremos que ocurra y no debería suceder lo que no nos gusta que ocurra. Este es un pensamiento muy infantil verdad?, pero lo tenemos arraigado y hay que convencerse de que la vida no funciona así. Hay que pensar que ningún infortunio que nos presenta la vida es completamente malo porque siempre puede ser más malo.
Nosotros nos decimos a nosotros mismos que algunos acontecimientos por ser tan malos no deberían existir. Pero la realidad es que existen, por tanto si no se pueden cambiar hay que aceptarlos. Según Albert Ellis lo difícil es saber diferenciar lo que se puede cambiar de lo que no… ¿qué razón tiene verdad?
A veces lo que nos ocurre es que para intentar estar mejor recurrimos al optimismo exagerado y nos intentamos creer cosas como “en esta vida todo me va a salir bien…, en esta vida todo me ocurre para bien…”. Este optimismo exagerado no es realista, porque en la vida seguro que a todos en algún momento nos van a pasar infortunios que no vamos a poder cambiar y que tendremos que acabar aceptando. Tenemos que promover por tanto el optimismo realista, el de los pies en el suelo, como dice Albert Ellis y pensar que “en el peor de los casos, podemos encontrar alguna manera de hacer cosas valiosas en nuestra vida por nosotros y por los demás, sólo necesitamos estar vivos para ser felices”.
Pruebas de esto tenemos muchas, una muy clara es el caso de Stephen Hawking… También hay que pensar que si por lo que sea tenemos que estar mal toda la vida (cosa muy improbable…, pensar así es exagerar…) tampoco sería tan grave porque la vida nos va a pasar muy rápido.
Para conseguir la autoaceptación incondicional de la vida otro punto importante es no negar la muerte. La muerte es algo natural, algo que tenemos seguro, por tanto es un acontecimiento que no podemos cambiar y no nos queda más que aceptarlo. La muerte hay que verla como algo natural y pensar que si fuéramos inmortales y tuviéramos que vivir eternamente con los achaques de la vejez sería una tortura. Además si que podemos ver como inoportuno que finalice nuestra vida o la de nuestros seres queridos, pero la suerte es que la muerte forma parte de la naturaleza y es un estado neutro igual que cuando nacemos, no hay dolor, no hay problemas, no hay preocupaciones… por tanto no debe ser algo tan horrible!!
Como no somos inmortales y podemos morir en cualquier momento, aceptemos lo que la vida nos presente e intentemos disfrutar al máximo. Como no podemos controlar nuestro destino no vale la pena preocuparse. Nosotros no somos tan importantes, no hay nada importante en esta vida, por lo tanto nos podemos relajar. En el momento que estamos preocupados o disgustados por algo es porque ya estamos dando excesiva importancia a ese acontecimiento que nos está pasando y lo que es más curioso a veces nos preocupamos por estar preocupados y aún la vamos liando más…, exageramos y exageramos… es un poco absurdo no?
El pensamiento racional que tenemos que tener es que la vida es muy corta, intentaremos estar bien, pero si no lo conseguimos tampoco hay que preocuparse porque la vida va a pasar muy rápido y no somos nada importantes. Hay que aceptar la realidad de que no tenemos control sobre nuestro destino, por tanto para qué angustiarse?, nos vamos a perturbar de manera innecesaria y tampoco vamos a conseguir cambiar la realidad. Nunca conseguiremos que nuestra vida sea 100% segura, algún día llegará nuestra muerte y se acabará.
Rafael en “La Escuela de la Felicidad”, nos explica todo esto con un ejemplo muy especial: “Los monjes tibetanos llevan a cabo un ejercicio simbólico que les sirve para recordarles la actitud que deben sostener en esta vida impermanente. Realizan complicados dibujos llamados mandalas compuestos por miles de granitos de arena formando un inmenso mosaico. Pueden estar componiéndolos durante semanas o meses. Una vez acabado, lo exponen durante unos días y después llevan a acabo la ceremonia de disolución del mandala. Cuando los monjes arrojan los granos de arena al viento, están expresando que los avatares de la vida no son tan importantes: los logros, el estatus, la condición física, incluso la salud… no tienen importancia como la mayor parte del tiempo pensamos. Podemos disfrutar de ellos, si así lo deseamos, como en un juego, pero es absurdo sufrir por ello”.
Un beso a todos,
Mónica